jueves, 24 de junio de 2010

Limbo Político en Maracaibo...


LIMBO POLÍTICO EN MARACAIBO
Texto: Francisco Delgado
La ciudad cerró un capítulo ominoso con la huida del Alcalde electo en noviembre pasado. El mito Rosales se hunde en el lodo de la corrupción, ojalá para dar paso a una nueva historia para nuestra ciudad. Una historia que la gente decente puede construir, si se superan los esquemas políticos que han sumido a los sectores progresistas en la crisis que hoy padecen. Rosales desde su primer gobierno, producto de un escandaloso fraude electoral; se granjeó su popularidad con obras de infraestructura: ornato, vialidad, plazas, brocales, pintura amarilla, ojos de gato y horrendos pórticos fluorescentes donde se rindió culto a él y a la espuria bandera de su partido. El despilfarro en obras efectistas que enriquecieron a funcionarios, testaferros y contratistas, privaron a la postre a la ciudad (y luego al Estado Zulia) de ejecutorias que la gente pobre ha venido esperando por mucho tiempo, a pesar de que al principio fueran bien recibidas, en contraste con la inacción de gobiernos anteriores aun peores. Este nefando gobernante supo valerse de la vieja estratagema populista del pan y del circo. Pan que repartió en denigrantes mercados a pleno sol y circo, mucho circo; farras, fuegos artificiales y luces que, como en Bella Vista, podían mezclar a Mickey, con muñecos de nieve, la torre Eiffel y parapéticos símiles del puente sobre el Lago. Rosales no es autor de ninguna obra trascendente, no cultivo los valores de nuestro pueblo más allá de la demagogia, no enalteció nuestra historia, no cultivo el arte, ni construyó ciudadanía; hizo de la ciudad y luego de la región el escenario del populismo más vulgar, comprando consciencias y voluntades con la astucia del pillo. No solo repartió miseria material: bolsas de comida, dinero a manos llena; sino también miseria espiritual y la vieja cultura de la comisión y de la coima. Mediante un inmenso gasto publicitario construyó además una idea de la zulianidad a su medida, Chinita incluida; que caló en la gente, a pesar de la ramplonería de su discurso y su escandalosa ignorancia.
Y todo ello por nuestra torpeza, por nuestra ausencia inexcusable, por el individualismo cuarto republicano de nuestra dirigencia, por nuestra anemia argumentativa y/o la falta de trabajo ideológico, por nuestra burocratización y porque, en definitiva, terminamos imitando al hoy prófugo, ansiosos de obtener, a su modo, el favor popular, aun traicionando los principios socialistas y denigrando tácitamente del espíritu intrínsecamente revolucionario y transformador del pueblo.
Nuestro liderazgo abandonó la calle, no trabajó más con la gente; al contrario, le negó los recursos para sus obras, abandonó la política de seguridad, abandonó la policía y defraudó las esperanzas en esa nueva sociedad que se ofrecía y que en algún momento despuntaba vigorosa. Mientras la farsa adeca se desarrolla sin pausa, la agenda del sector progresista, hoy más que nunca, sigue en suspenso. En lo local no se discute acerca de los problemas más acuciantes de la ciudad: el ordenamiento urbano, el rescate del casco central, el transporte, el saneamiento ambiental, las cañadas, los servicios: aseo urbano, gas, aguas negras, alumbrado; pero sobre todo sobre la creación de los espacios de participación y de protagonismo de nuestra gente en la gestión revolucionaria del proceso. Ni siquiera se hace hoy oposición a la deficientísima gestión de un alcalde provisorio que ha sumido a nuestra ciudad en un limbo político. En lo nacional: la perpetua e inexcusable penuria del agua; el desinterés por el rescate del lago, las carencias en programas tan nobles y encomiables como son las misiones sociales; las grandes obras paralizadas y, otra vez, la precaria gestión en materia de seguridad personal; sumen a la gente en la desesperación, el pánico moral y el escepticismo.
Algunos de nuestros líderes se entronizaron y se aferraron al paradigma de la representación, sofocando el poder popular y los principios constitucionales de 1999. Los viejos esquemas del Estado burgués, el terror burocrático y la ineficacia de las instituciones locales y nacionales han desalentado a un pueblo que no ha tenido otra salida que el pragmatismo, el voto castigo y la desmovilización. Hay que combatir la corrupción y perseguir a cuanto corrupto ande suelto, pero al mismo tiempo revisar, rectificar y reimpulsar nuestro proyecto revolucionario en Maracaibo. Así como la decencia es consustancial al espíritu revolucionario, la mera vocación de denuncia resulta vana sino se acompaña de praxis transformadora. Entonces, que los viejos liderazgos abran paso a liderazgos legítimos y a la participación auténtica de quienes queremos recuperar la ciudad para la revolución.

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